“Dejar de luchar es comenzar a morir”
El sol se hizo presente por la rendija de la ventana a medio cerrar, fue como una estocada en mis ojos, pasé toda la noche trabajando, tenía que terminar los informes pero lo que más necesitaba hacer era no pensar en mi enemigo. Mejor dicho, en mis dos enemigos, mi fantasma y el asesino que acecha a Coverwall. Aunque no soy un detective me apasiona investigar y he armado mi propia investigación guiándome por lo que dicen los medios de comunicación, tanto así, que creo que conozco más a este asesino que él mismo.
—Pero, ¿tú eres quien lo tiene que atrapar? —Es la pregunta que me hizo Jess, mi esposa. La respuesta lógica seria que no. Pero siento que debo hacerlo, quiero demostrarme que puedo hacerlo. Aunque no soy como él, mi fantasma de matar siempre se hace presente y toma posesión de mi mente, de mi ser. Quiere que salga y acuchille a alguien, tiene el gran deseo que un rio de sangre moje sus pies, que los gritos de desolación sean un sonido armónico. Quiere que acabe con las personas que más amo. Que me quede solo y sólo así él puede ganar. ¿Qué gana? Nunca lo sabré. ¿Por qué quiere generar daño? Tampoco lo sé. Es una maldita sensación que me estruje el alma hasta sentir que se desangra.
—Mejor me dirijo a la oficina —digo en voz alta mientras cierro la puerta detrás de mí.
Las veredas de Coverwall son tranquilas en las primeras horas de la mañana, generalmente es una ciudad serena. La gente sólo se dedica a trabajar y ser buenos vecinos. No es de grandes Dimensiones ni tiene deportistas o científicos que puedan distinguirla.
Pero el asesino llamado Oscuro la coloco en las primeras planas, hace más de tres años que mi pequeña ciudad sale en los grandes noticieros. Lo peor de todo es que nadie está a salvo.
Su predilección son las mujeres jóvenes, bellas y solteras. Nadie entiende su accionar, como nació, porque lo hace, que lo motiva, si se excita, si es por odio… Los mejores criminólogos no han podido desenmarañar los acertijos que este ser tenebroso deja en cada muerte. Posee un cierto modus operandi pero no ayuda a dar con su identidad. Se creen tantas cosas pero sólo se sabe que se ganó ese apodo por su forma de descartar los cuerpos de sus víctimas.
Llego a la oficina y me recibe Richard. Un compañero desagradable, de estatura normal y cara de pocos amigos. Se señala el reloj porque llegué cinco minutos tarde.
—No estoy de humor para tus reproches—digo mientras lo esquivo—
—Aquí no se hace lo que uno desea, sino lo que se debe hacer, hay reglas que cumplir—coloca su mano derecha en mi hombro—
—Tú no eres mi jefe, y jamás lo serás—tengo tantas ganas de quebrarle la misma y mientras lo veo gritar cortarle la garganta para que se ahogue con su sangre—mejor dedícate a tus tareas —le esbozo una sonrisa y sigo mi camino—.
—Este asunto no quedará aquí—dijo en voz baja
Me tiene sin cuidado lo que Richard diga o piense, es un ser tan desagradable, solo me preocupa que mi fantasma tome cuerpo y acción cuando una situación me estrese. El mundo se oscurece y todo gira en torno a la muerte, es por eso que me obligo día a día a contar hasta ciertos números para sostener la cordura, no deseo convertirme en una persona que se alimente del dolor, que tenga sed de sangre. Porque los que realizan esas acciones son los asesinos, ellos matan por placer, para ver a sus víctimas clamar por sus vidas. Tener el poder de un Dios, tener en sus manos la posibilidad de quitarle a alguien su más preciada posesión. Desde que era adolescente y por alguno de los tantos traumas que tengo guardados en mi inconsciente, nació el imaginario de hacer daño a mis seres queridos, pero mi consiente es más fuerte, mi amor por ellos es aún más grande. Nadie va a sufrir por mí, pero ahora ese ser sombrío quiere que vaya más allá, quiere que ataque sin distinguir, mientras sufran, es su única misión. Pero yo siempre me cuestiono si desea que el sufrimiento sea de un tercero o el propio. Se vuelve difícil detenerlo, no me interesa salvar a las demás personas tanto como a mi familia
—Ethan—dice mi jefe, Jefferson su nombre, un ser tan despreciable como Richard. De baja estatura, cara arrugada como un Bull dog, canoso y de lentes cuadrados—quiero que termines el balance del mes pasado y lo quiero ahora, Richard me dijo que llegaste tarde— refunfuñó—
—Señor—digo con voz calma—no llegué tarde, solo demoré en ingresar al edificio porque mi tarjeta magnética tuvo unos problemas, Owen me ayudó, le pido disculpas, no fue mi intención. En breve va a tener el balance. Desde anoche casi lo finalice, en veinte minutos lo tendrá en sus manos.
—Tus disculpas me tienen sin cuidado, te encuentras en la cuerda floja O’Neill. No deseo escuchar más excusas. Quiero que trabajes—no atinó a mirarme, se dio media vuelta y se fue.
Que lindo sería tener una 9 mm y dispararle por detrás y ver que se desplome como una hoja en otoño, mientras la gente busca escapar de la muerte, los gritos al unísono y mí arma humeando.
Ese momento en que mi mente se une con la adicción de mis oscuros pensamientos, con las balas restantes disparar al azar, sin que nadie tenga el privilegio de vivir, observándolos caer y dejando la última bala para que termine en mi sien.
Mejor término este balance así me preparo un café y bajo las pulsaciones, no pasa un solo día que no me sienta agobiado y atormentado, aunque el suicidio no es la mejor opción, en estos casos sería la única salida a mis penumbras. Mientras tipeo, pienso que fue lo que hizo que Oscuro cruzara el umbral entre lo bueno y lo malo, y se volviera un demonio. Seguro tuvo una infancia con un padre alcohólico o una madre prostituta, y él despojado de amor, lo peor que le puede pasar a un niño, se dedicó a torturar animales, algo normal en este tipo de sujetos, pero algo no cuadra, algo está fuera del normal desarrollo de un serial. Sí, eso es, Oscuro no es cualquier homicida, es de esos que nacen cada mil años.
Ethan—me saluda Cristina mientras se sienta a mi lado—¿Estás bien?, te noto pálido y con la mirada perdida—es una mujer tan hermosa y dulce, siempre atenta a mis estados de ánimo. Cuando ingresé a la empresa fue la única que me demostró que se podía entablar una linda relación sin competir. En estos lugares, siempre se compite. Siempre se quiere llegar más alto, o dejar lo más bajo posible al resto.
—Si—miento—estoy bien, solo estoy mal descansado. Probablemente necesito un café… le dejo estos balances a Jefferson y lo hablamos en la sala de break—Asintió y se levantó, no pude dejar de mirarla hasta que desapareció.
La sala era un lugar ameno donde cada grupo intercambiaba ideas de negocios o infidelidades. Yo siempre prefería ir al patio que era un espacio pequeño comunicado por una puerta corrediza a fumar mis cigarrillos y pensar.
Pero Cristina se merece más, se merece mí atención aunque admito que no me interesa mucho lo que quiera compartir conmigo.
El piso rojo, las paredes blancas y las mesas a tono con el ambiente invitan a que por un momento uno pueda sentirse relajado.
—Perdón la tardanza—dije y noté disgusto en su mirada—Sabes cómo es Jefferson, el odio que me tiene siempre hace que me saque de las casillas. Pero hablemos de ti, hablemos de tu fin de semana.
—A tono con mis colores—me respondió, se encuentra vestida de negro, con sus rizos rubios y sus ojos color café que a cualquier hombre enamorarían— ¿te acuerdas de Joseph?
—Sí, me acuerdo perfectamente de él—vuelvo a mentir—
—Bueno, decidió no dejar a su mujer e hijos, prefirió vivir una mentira antes que arriesgarse a vivir nuestro amor, una historia que aparentaba ser única e irrepetible, nuestras almas se conectaban siendo una cuando hacíamos el amor. Sus caricias me erizaban la piel. Pero él en un acto desleal, luego de confesarle a su familia su infidelidad, terminó conmigo por mensaje de texto—sus ojos comenzaron a brillar, las lágrimas buscaban salir—
—Te lo dije aquella vez y te lo vuelvo a repetir, él no te amaba, nunca lo hizo y nunca lo hará… —suspiro—
—No hace falta que seas tan brusco—sus ojos demuestran melancolía—
Yo no uso tecnicismos psicológicos, no tengo el don de la palabra reconfortante. Soy más bien directo, frontal y busco que las personas se enfrenten a su realidad, a su destino. Busco en mi mente entrelazar las palabras que ella necesita escuchar, es tan difícil…
—Perdón—entrelazo nuestras manos— sabes que te aprecio y eres mi única amiga dentro de esta empresa. Me enoja realmente que no te valores y te lastimes continuamente. Eliges a los hombres equivocados, siempre casados—como decirle realmente que estoy interesado más en mi vida, en mi fantasma que en un amorío fugaz, seguro ya mañana se olvida de este hombre y se busca amor fugaz—
—Tienes razón, estoy trabajando con mi psicóloga mis malas elecciones amorosas, y pobre de ti que siempre me tienes que escuchar con este tema. Pero dejemos de hablar de mí y cuéntame que te aqueja. ¿Qué es lo que hace que tengas la mirada tan perdida? —Nuestros ojos se encontraron—
—No es fácil tratar este tema— ¿cómo le puedo decir que tengo ganas de matar, que la sangre me llama? —Soy un hombre fuera de lo común…
—Eso lo sé, por eso te elegí… —se sonrojó y cambió su mirada; se dió cuenta de su error. Pero yo estoy tan inmerso en mis pensamientos que no le doy importancia—
—Yo—titubeo pero continúo—tengo un trauma de niño y estoy buscándole solución. Aparte está el tema de Oscuro, este maldito—sonrío irónicamente—
—¿Puedes dejar de hablar de psicópatas y de muertes? Sé que tus hobbies son poco comunes pero estar tan cerca de estos temas puede trastornarte.
¿Más aún, más de lo que estoy?
—Creo que estudiarlos y comprenderlos no me va a convertir en uno de ellos, es más, me ayuda a entender en que sociedad estamos viviendo
—¿Y en qué sociedad estamos viviendo? —arrastró las palabras demostrando desinterés—
Me enoja cuando las personas quieren ser escuchadas pero cuando tienes algo importante para contarles no les interesa, es ahí cuando mi fantasma, el señor Frykt aparece y quiere llevarse sangre a su tumba…
—No importa, ya te vas a ir enterando mientras Oscuro siga matando y como la ineptitud de los agentes policiales es palpable en el aire, nunca lo van a atrapar. Es ahí, el día que te levantes y te mires al espejo, te preguntes antes de salir si volverás. Es justo en esos segundos que te darás cuenta en que sociedad estamos viviendo.
—Te estas volviendo un poco melodramático—me miró fijamente y esbozó una pequeña sonrisa—la gente que compone los grupos sociales siempre busca eliminar los peligros. En el reino animal son alejados de la manada. Nosotros tenemos sistemas penales, leyes y prisiones. Una forma de encerrar con condenas justas a los que destruyen la paz social. En algún momento seremos seres pacíficos, sé que sí. La esperanza es la base de mi vida, la que me permite seguir adelante.
—Nunca lo fuimos, no somos seres pacíficos, siempre buscamos el conflicto, y si no, lo inventamos. Así vivimos, en el caso de Oscuro, estoy seguro que se dio por una infancia sumamente traumática. Y ¿cómo solucionas eso?; no puedes ir de hogar en hogar viendo como los padres educan a sus hijos. O simplemente uno de esos niños nace con el gen de la muerte.
—¿Gen de la muerte?; estas inventando palabras ahora—sonrió y se acomodó el cabello—
—No invento nada, los parámetros, las estadísticas así lo indican. Un número de personas nacen asesinas o con sed de sangre. No tienen ningún trauma, no fueron violados o abandonados. Sólo tienen la necesidad de quitar vidas.
Hubo un caso en donde Bob, un chico de ocho años, asesinó a su hermano de cuatro porque le rompió un juguete y a los oficiales de policía les contó con lujo de detalles como lo realizó y no sintió arrepentimiento. Es ahí cuando el gen de la muerte toma posesión de un ser tan inocente. Jamás volverá a ser una persona normal.
—Puede ser—dice arrastrando nuevamente las palabras—como siempre me encanta hablar contigo, pero el deber llama—nos despedimos con un beso en las mejillas y cada uno continuó en lo suyo—
¡¡¡¡¡Ten cuidado!!!!!! —grité mientas corría hacia su encuentro, a no más de tres pasos de ella, me abalancé y nos golpeamos fuertemente con el duro asfalto. Un estruendo detrás nuestro seguido de fuego volvió todo muy tormentoso. Un calor tan doloroso se presentó en mi pierna, mi entorno se puso borroso, nada tenía sentido, comencé a divagar entre los sonidos de gente gritando, silbidos y más explosiones.
—Ethan ¿estás bien? —no reconocí su voz, sigo el sonido pero todo es borroso—levántate, ¡¡¡vamos!!! —con la ayuda del extraño comencé a alejarme.
De a poco mi visión vuelve, el terrible dolor que tengo en la pierna me hace dar cuenta que algo la había atravesado. A mi derecha se encuentra, desmayada, la mujer que acabo de salvar. Todo se vuelve lento, veo a lo lejos la ambulancia llegar a nuestro encuentro. El dolor sistémico toma posesión de mí cuerpo, no me decido a cual darle más importancia, mi pierna duele en demasía, mis oídos zumban peor que millones de abejas defendiendo su panal, mi cabeza está a punto de explotar de la presión, quiero llorar, quiero correr.
La adrenalina en el cuerpo hace estragos, te da la fuerza de mil hombres pero cuando se retira el efecto, te deja un vacío enorme. Te vuelves un hombre triste y con muchas dolencias.
—Señor, señor—dice el paramédico— no se preocupe, ya está en buenas manos. Lo peor ya terminó—me levantó lentamente luego de aplicar un torniquete en mi pierna para no desangrarme camino al hospital. Grité, deseo golpearlo pero nada de eso tenía sentido, lo único que tengo que hacer es enfrentar mi realidad.
—¿Qué sucedió? —Pregunto mientras voy en alzas a la ambulancia—
—Un camión colisionó contra un negocio de venta de gas comprimido. Usted es un héroe—dice con una sonrisa de alivio—
—Lo más lejos de ese dicho me encuentro, seguro hay víctimas que no fueron salvadas. Solo soy un hombre que salvó a una mujer distraída con un celular—aprieto los dientes y cierro los puños, no aguanto más el dolor.
—No hubo víctimas señor, en ese momento los empleados no se encontraban en el lugar. La única persona que pudo haber muerto usted la salvó—me da un golpecito en el hombro—
—Mejor así—comienzo a perder el conocimiento—
La luz artificial al ingresar lentamente por mis ojos entreabiertos generó un gran estupor seguido de un fuerte dolor de cabeza.
Me encuentro desorientado, no reconozco ni un centímetro del lugar. Asumo que estoy en un hospital por las paredes blancas, la cama con sabanas del mismo color y lo más simple, tener el suero conectado a mis venas. Igual me invade el leve recuerdo de haber hablado con alguien en la ambulancia.
—¿Usted es el señor Ethan O’Neill? —se presentó un hombre con ambo azul oscuro, alto y cara de pocos amigos—
—Sí—contesto apresuradamente—
—Soy el doctor Bruce Hank, lo asistí en su ingreso—se aproximó unos pasos— usted presenta una herida en su pierna derecha ocasionada por un tubo cilíndrico de metal que, afortunadamente, no comprometió ninguna arteria por lo que logramos retirarlo sin complicaciones, solo le quedará una cicatriz y probablemente por un tiempo padezca dolor crónico dado que algunos nervios fueron afectados, algo común en estos casos. Lo demás está muy bien, son sólo golpes secundarios. Le aconsejo— largó un suspiro—que no esté muy cerca de lugares con decibeles altos porque casi sufre una ruptura de tímpano por la explosión.
—Gracias doctor—digo con una leve sonrisa—me ayudó mucho y le voy a estar eternamente agradecido. ¿El dolor de cabeza es normal?
—Según la tomografía presenta una leve contusión, con analgésicos y reposo debería estar mejor en un par de días. Si prosiguen los dolores deberíamos hacer estudios más profundos. La cabeza es un órgano muy sensible a los cambios, cuando es aquejado por algún dolor es muy difícil encontrar el causante principal. En su caso puede haber sido desde el golpe contra el asfalto hasta algún medicamento que le inyectamos en el suero. Entonces solo resta—dice guardando su lapicera en el bolsillo—esperar cómo evoluciona el cuadro.
Lo que sí, deberá quedarse unas cuarenta y ocho horas para ver si no presenta infección en la herida.
—Lo que usted crea conveniente doctor, le estoy muy agradecido—le estrecho la mano—
—Es mi trabajo—dice esbozando una sonrisa—si necesita llame a la enfermera y pídale que se comunique conmigo—me devolvió el saludo y se retiró—
En la soledad de la habitación los pensamientos me invaden, uno tras otro. Salvé a una mujer que no conocía, salvé a alguien que por estar concentrada en una pantalla casi pierde su vida. Frykt me atormenta con la sombría idea de que tendría que haberla visto morir y que su sangre bañe mi rostro. Intento reírme de esa locura pero mi alma quedó atrapada. ¿Por qué salvar a una mujer si mi gran deseo es matar? No creo saber la respuesta. Hoy se deben cumplir dos décadas que batallo contra Frykt. Este deseo nació y se propagó dentro de mí como lo hace la mala hierba, y comenzaron a invadirme pensamientos oscuros de ver gente morir, asesinada por mis propias manos. El gran problema es que deseaba acabar con la gente que amo. Y fue día a día atormentándome, cada situación era una puñalada. Se dice que si no puedes contra tu enemigo, únetele. Y esa fue una solución frágil, pude controlar al monstruo pero como un amigo fiel siempre estaba a mi lado. Intenté cosas que son difíciles de explicar, me estaba volviendo loco. Soñé con la muerte más de un millón de veces. Uno de los sueños más tormentosos fue verme en una casa de paredes negras, con una escalera que conducía a la nada misma. Dos puertas, una a la izquierda y otra a la derecha. De la nada se hacía presente una figura blanca con forma humanoide y en su rostro solo tenía una sonrisa que pondría nervioso a cualquiera, usaba traje negro y zapatos blancos que me indicaba con señas que debía elegir entre abrir una de las dos puertas o subir.
No podía decidir qué hacer, si subía caía al vacío y en mi desesperación opté por abrir la puerta de la izquierda. Allí estaban mis padres, amordazados. Corrí hacia la otra puerta y estaban mi esposa y mi hija en la misma situación. El hombre me indicó que para salvar a una de las dos opciones, debía matar a los otros. De lo contrario él asesinaría a todos y me haría verlo. En un arranque de locura lo atacaba y me despertaba en una habitación bañado en sangre y con todos mis seres queridos ya muertos, entre lágrimas lograba despertarme.
—¡¡¡Ethan!!!! —Ingresó Jess desesperada a mi encuentro—¿estás demente? —siempre me recrimina pero es su forma de amarme—
—Sabes que me encanta salvar gente y golpearme con el asfalto—digo mientras le acaricio la mano—No te preocupes, el destino va a tener que hacer un mejor trabajo si me quiere llevar al inframundo.
—No digas eso—sus ojos se humedecieron—eres lo más importante que tenemos, eres un gran padre y esposo, no queremos que te transformes en un recuerdo. Prométeme que vas a quedarte mucho más tiempo con nosotros, hasta que seamos ancianos y no nos soportemos.
—Te lo prometo—nuestras sonrisas se encontraron, el amor nunca se fue—
—Yo quiero que busques ayuda, —me tomó la mano—
—¿Ayuda? —estoy atónito—
—Si, ayuda psicológica, tal vez el doctor te puede aconsejar mejor. Pero en mi opinión debes dar ese paso—se encogió de hombros—
—Sabes que no creo en los psicólogos, son personas que te quieren ayudar a ser aceptado por el sistema, no creo que la necesite.
—¿Cómo qué no? —levantó un poco el tono de voz—Hace tiempo que estas alejándote de las cosas que adoras, estas recluido en tu burbuja. Ni hablar en lo sexual, no estamos conectados. Y puedo agregar que estas obsesionado con Oscuro.
No sé qué contestar, realmente está diciendo grandes verdades… Aunque no desee ir a terapia, debo hacerlo. Otro camino no puedo circular si no deseo perder a mi familia. Ellas son todo para mí. Son el oasis en mi desierto.
—Sí, puede ser—esbozo una leve sonrisa—soy una persona complicada con una gran montaña sobre los hombros por las decisiones incorrectas que tomé. Siento que si hablo…. —el suspiro fue largo—el mundo se me puede desmoronar.
—Lo sé, pero sé que podes, que por nosotras lo harás—me dio un beso en la frente—mejor me voy a buscar un café y te dejo descansar.
“Dejar de luchar es comenzar a morir”
El sol se hizo presente por la rendija de la ventana a medio cerrar, fue como una estocada en mis ojos, pasé toda la noche trabajando, tenía que terminar los informes pero lo que más necesitaba hacer era no pensar en mi enemigo. Mejor dicho, en mis dos enemigos, mi fantasma y el asesino que acecha a Coverwall. Aunque no soy un detective me apasiona investigar y he armado mi propia investigación guiándome por lo que dicen los medios de comunicación, tanto así, que creo que conozco más a este asesino que él mismo.
—Pero, ¿tú eres quien lo tiene que atrapar? —Es la pregunta que me hizo Jess, mi esposa. La respuesta lógica seria que no. Pero siento que debo hacerlo, quiero demostrarme que puedo hacerlo. Aunque no soy como él, mi fantasma de matar siempre se hace presente y toma posesión de mi mente, de mi ser. Quiere que salga y acuchille a alguien, tiene el gran deseo que un rio de sangre moje sus pies, que los gritos de desolación sean un sonido armónico. Quiere que acabe con las personas que más amo. Que me quede solo y sólo así él puede ganar. ¿Qué gana? Nunca lo sabré. ¿Por qué quiere generar daño? Tampoco lo sé. Es una maldita sensación que me estruje el alma hasta sentir que se desangra.
—Mejor me dirijo a la oficina —digo en voz alta mientras cierro la puerta detrás de mí.
Las veredas de Coverwall son tranquilas en las primeras horas de la mañana, generalmente es una ciudad serena. La gente sólo se dedica a trabajar y ser buenos vecinos. No es de grandes Dimensiones ni tiene deportistas o científicos que puedan distinguirla.
Pero el asesino llamado Oscuro la coloco en las primeras planas, hace más de tres años que mi pequeña ciudad sale en los grandes noticieros. Lo peor de todo es que nadie está a salvo.
Su predilección son las mujeres jóvenes, bellas y solteras. Nadie entiende su accionar, como nació, porque lo hace, que lo motiva, si se excita, si es por odio… Los mejores criminólogos no han podido desenmarañar los acertijos que este ser tenebroso deja en cada muerte. Posee un cierto modus operandi pero no ayuda a dar con su identidad. Se creen tantas cosas pero sólo se sabe que se ganó ese apodo por su forma de descartar los cuerpos de sus víctimas.
Llego a la oficina y me recibe Richard. Un compañero desagradable, de estatura normal y cara de pocos amigos. Se señala el reloj porque llegué cinco minutos tarde.
—No estoy de humor para tus reproches—digo mientras lo esquivo—
—Aquí no se hace lo que uno desea, sino lo que se debe hacer, hay reglas que cumplir—coloca su mano derecha en mi hombro—
—Tú no eres mi jefe, y jamás lo serás—tengo tantas ganas de quebrarle la misma y mientras lo veo gritar cortarle la garganta para que se ahogue con su sangre—mejor dedícate a tus tareas —le esbozo una sonrisa y sigo mi camino—.
—Este asunto no quedará aquí—dijo en voz baja
Me tiene sin cuidado lo que Richard diga o piense, es un ser tan desagradable, solo me preocupa que mi fantasma tome cuerpo y acción cuando una situación me estrese. El mundo se oscurece y todo gira en torno a la muerte, es por eso que me obligo día a día a contar hasta ciertos números para sostener la cordura, no deseo convertirme en una persona que se alimente del dolor, que tenga sed de sangre. Porque los que realizan esas acciones son los asesinos, ellos matan por placer, para ver a sus víctimas clamar por sus vidas. Tener el poder de un Dios, tener en sus manos la posibilidad de quitarle a alguien su más preciada posesión. Desde que era adolescente y por alguno de los tantos traumas que tengo guardados en mi inconsciente, nació el imaginario de hacer daño a mis seres queridos, pero mi consiente es más fuerte, mi amor por ellos es aún más grande. Nadie va a sufrir por mí, pero ahora ese ser sombrío quiere que vaya más allá, quiere que ataque sin distinguir, mientras sufran, es su única misión. Pero yo siempre me cuestiono si desea que el sufrimiento sea de un tercero o el propio. Se vuelve difícil detenerlo, no me interesa salvar a las demás personas tanto como a mi familia
—Ethan—dice mi jefe, Jefferson su nombre, un ser tan despreciable como Richard. De baja estatura, cara arrugada como un Bull dog, canoso y de lentes cuadrados—quiero que termines el balance del mes pasado y lo quiero ahora, Richard me dijo que llegaste tarde— refunfuñó—
—Señor—digo con voz calma—no llegué tarde, solo demoré en ingresar al edificio porque mi tarjeta magnética tuvo unos problemas, Owen me ayudó, le pido disculpas, no fue mi intención. En breve va a tener el balance. Desde anoche casi lo finalice, en veinte minutos lo tendrá en sus manos.
—Tus disculpas me tienen sin cuidado, te encuentras en la cuerda floja O’Neill. No deseo escuchar más excusas. Quiero que trabajes—no atinó a mirarme, se dio media vuelta y se fue.
Que lindo sería tener una 9 mm y dispararle por detrás y ver que se desplome como una hoja en otoño, mientras la gente busca escapar de la muerte, los gritos al unísono y mí arma humeando.
Ese momento en que mi mente se une con la adicción de mis oscuros pensamientos, con las balas restantes disparar al azar, sin que nadie tenga el privilegio de vivir, observándolos caer y dejando la última bala para que termine en mi sien.
Mejor término este balance así me preparo un café y bajo las pulsaciones, no pasa un solo día que no me sienta agobiado y atormentado, aunque el suicidio no es la mejor opción, en estos casos sería la única salida a mis penumbras. Mientras tipeo, pienso que fue lo que hizo que Oscuro cruzara el umbral entre lo bueno y lo malo, y se volviera un demonio. Seguro tuvo una infancia con un padre alcohólico o una madre prostituta, y él despojado de amor, lo peor que le puede pasar a un niño, se dedicó a torturar animales, algo normal en este tipo de sujetos, pero algo no cuadra, algo está fuera del normal desarrollo de un serial. Sí, eso es, Oscuro no es cualquier homicida, es de esos que nacen cada mil años.
Ethan—me saluda Cristina mientras se sienta a mi lado—¿Estás bien?, te noto pálido y con la mirada perdida—es una mujer tan hermosa y dulce, siempre atenta a mis estados de ánimo. Cuando ingresé a la empresa fue la única que me demostró que se podía entablar una linda relación sin competir. En estos lugares, siempre se compite. Siempre se quiere llegar más alto, o dejar lo más bajo posible al resto.
—Si—miento—estoy bien, solo estoy mal descansado. Probablemente necesito un café… le dejo estos balances a Jefferson y lo hablamos en la sala de break—Asintió y se levantó, no pude dejar de mirarla hasta que desapareció.
La sala era un lugar ameno donde cada grupo intercambiaba ideas de negocios o infidelidades. Yo siempre prefería ir al patio que era un espacio pequeño comunicado por una puerta corrediza a fumar mis cigarrillos y pensar.
Pero Cristina se merece más, se merece mí atención aunque admito que no me interesa mucho lo que quiera compartir conmigo.
El piso rojo, las paredes blancas y las mesas a tono con el ambiente invitan a que por un momento uno pueda sentirse relajado.
—Perdón la tardanza—dije y noté disgusto en su mirada—Sabes cómo es Jefferson, el odio que me tiene siempre hace que me saque de las casillas. Pero hablemos de ti, hablemos de tu fin de semana.
—A tono con mis colores—me respondió, se encuentra vestida de negro, con sus rizos rubios y sus ojos color café que a cualquier hombre enamorarían— ¿te acuerdas de Joseph?
—Sí, me acuerdo perfectamente de él—vuelvo a mentir—
—Bueno, decidió no dejar a su mujer e hijos, prefirió vivir una mentira antes que arriesgarse a vivir nuestro amor, una historia que aparentaba ser única e irrepetible, nuestras almas se conectaban siendo una cuando hacíamos el amor. Sus caricias me erizaban la piel. Pero él en un acto desleal, luego de confesarle a su familia su infidelidad, terminó conmigo por mensaje de texto—sus ojos comenzaron a brillar, las lágrimas buscaban salir—
—Te lo dije aquella vez y te lo vuelvo a repetir, él no te amaba, nunca lo hizo y nunca lo hará… —suspiro—
—No hace falta que seas tan brusco—sus ojos demuestran melancolía—
Yo no uso tecnicismos psicológicos, no tengo el don de la palabra reconfortante. Soy más bien directo, frontal y busco que las personas se enfrenten a su realidad, a su destino. Busco en mi mente entrelazar las palabras que ella necesita escuchar, es tan difícil…
—Perdón—entrelazo nuestras manos— sabes que te aprecio y eres mi única amiga dentro de esta empresa. Me enoja realmente que no te valores y te lastimes continuamente. Eliges a los hombres equivocados, siempre casados—como decirle realmente que estoy interesado más en mi vida, en mi fantasma que en un amorío fugaz, seguro ya mañana se olvida de este hombre y se busca amor fugaz—
—Tienes razón, estoy trabajando con mi psicóloga mis malas elecciones amorosas, y pobre de ti que siempre me tienes que escuchar con este tema. Pero dejemos de hablar de mí y cuéntame que te aqueja. ¿Qué es lo que hace que tengas la mirada tan perdida? —Nuestros ojos se encontraron—
—No es fácil tratar este tema— ¿cómo le puedo decir que tengo ganas de matar, que la sangre me llama? —Soy un hombre fuera de lo común…
—Eso lo sé, por eso te elegí… —se sonrojó y cambió su mirada; se dió cuenta de su error. Pero yo estoy tan inmerso en mis pensamientos que no le doy importancia—
—Yo—titubeo pero continúo—tengo un trauma de niño y estoy buscándole solución. Aparte está el tema de Oscuro, este maldito—sonrío irónicamente—
—¿Puedes dejar de hablar de psicópatas y de muertes? Sé que tus hobbies son poco comunes pero estar tan cerca de estos temas puede trastornarte.
¿Más aún, más de lo que estoy?
—Creo que estudiarlos y comprenderlos no me va a convertir en uno de ellos, es más, me ayuda a entender en que sociedad estamos viviendo
—¿Y en qué sociedad estamos viviendo? —arrastró las palabras demostrando desinterés—
Me enoja cuando las personas quieren ser escuchadas pero cuando tienes algo importante para contarles no les interesa, es ahí cuando mi fantasma, el señor Frykt aparece y quiere llevarse sangre a su tumba…
—No importa, ya te vas a ir enterando mientras Oscuro siga matando y como la ineptitud de los agentes policiales es palpable en el aire, nunca lo van a atrapar. Es ahí, el día que te levantes y te mires al espejo, te preguntes antes de salir si volverás. Es justo en esos segundos que te darás cuenta en que sociedad estamos viviendo.
—Te estas volviendo un poco melodramático—me miró fijamente y esbozó una pequeña sonrisa—la gente que compone los grupos sociales siempre busca eliminar los peligros. En el reino animal son alejados de la manada. Nosotros tenemos sistemas penales, leyes y prisiones. Una forma de encerrar con condenas justas a los que destruyen la paz social. En algún momento seremos seres pacíficos, sé que sí. La esperanza es la base de mi vida, la que me permite seguir adelante.
—Nunca lo fuimos, no somos seres pacíficos, siempre buscamos el conflicto, y si no, lo inventamos. Así vivimos, en el caso de Oscuro, estoy seguro que se dio por una infancia sumamente traumática. Y ¿cómo solucionas eso?; no puedes ir de hogar en hogar viendo como los padres educan a sus hijos. O simplemente uno de esos niños nace con el gen de la muerte.
—¿Gen de la muerte?; estas inventando palabras ahora—sonrió y se acomodó el cabello—
—No invento nada, los parámetros, las estadísticas así lo indican. Un número de personas nacen asesinas o con sed de sangre. No tienen ningún trauma, no fueron violados o abandonados. Sólo tienen la necesidad de quitar vidas.
Hubo un caso en donde Bob, un chico de ocho años, asesinó a su hermano de cuatro porque le rompió un juguete y a los oficiales de policía les contó con lujo de detalles como lo realizó y no sintió arrepentimiento. Es ahí cuando el gen de la muerte toma posesión de un ser tan inocente. Jamás volverá a ser una persona normal.
—Puede ser—dice arrastrando nuevamente las palabras—como siempre me encanta hablar contigo, pero el deber llama—nos despedimos con un beso en las mejillas y cada uno continuó en lo suyo—
¡¡¡¡¡Ten cuidado!!!!!! —grité mientas corría hacia su encuentro, a no más de tres pasos de ella, me abalancé y nos golpeamos fuertemente con el duro asfalto. Un estruendo detrás nuestro seguido de fuego volvió todo muy tormentoso. Un calor tan doloroso se presentó en mi pierna, mi entorno se puso borroso, nada tenía sentido, comencé a divagar entre los sonidos de gente gritando, silbidos y más explosiones.
—Ethan ¿estás bien? —no reconocí su voz, sigo el sonido pero todo es borroso—levántate, ¡¡¡vamos!!! —con la ayuda del extraño comencé a alejarme.
De a poco mi visión vuelve, el terrible dolor que tengo en la pierna me hace dar cuenta que algo la había atravesado. A mi derecha se encuentra, desmayada, la mujer que acabo de salvar. Todo se vuelve lento, veo a lo lejos la ambulancia llegar a nuestro encuentro. El dolor sistémico toma posesión de mí cuerpo, no me decido a cual darle más importancia, mi pierna duele en demasía, mis oídos zumban peor que millones de abejas defendiendo su panal, mi cabeza está a punto de explotar de la presión, quiero llorar, quiero correr.
La adrenalina en el cuerpo hace estragos, te da la fuerza de mil hombres pero cuando se retira el efecto, te deja un vacío enorme. Te vuelves un hombre triste y con muchas dolencias.
—Señor, señor—dice el paramédico— no se preocupe, ya está en buenas manos. Lo peor ya terminó—me levantó lentamente luego de aplicar un torniquete en mi pierna para no desangrarme camino al hospital. Grité, deseo golpearlo pero nada de eso tenía sentido, lo único que tengo que hacer es enfrentar mi realidad.
—¿Qué sucedió? —Pregunto mientras voy en alzas a la ambulancia—
—Un camión colisionó contra un negocio de venta de gas comprimido. Usted es un héroe—dice con una sonrisa de alivio—
—Lo más lejos de ese dicho me encuentro, seguro hay víctimas que no fueron salvadas. Solo soy un hombre que salvó a una mujer distraída con un celular—aprieto los dientes y cierro los puños, no aguanto más el dolor.
—No hubo víctimas señor, en ese momento los empleados no se encontraban en el lugar. La única persona que pudo haber muerto usted la salvó—me da un golpecito en el hombro—
—Mejor así—comienzo a perder el conocimiento—
La luz artificial al ingresar lentamente por mis ojos entreabiertos generó un gran estupor seguido de un fuerte dolor de cabeza.
Me encuentro desorientado, no reconozco ni un centímetro del lugar. Asumo que estoy en un hospital por las paredes blancas, la cama con sabanas del mismo color y lo más simple, tener el suero conectado a mis venas. Igual me invade el leve recuerdo de haber hablado con alguien en la ambulancia.
—¿Usted es el señor Ethan O’Neill? —se presentó un hombre con ambo azul oscuro, alto y cara de pocos amigos—
—Sí—contesto apresuradamente—
—Soy el doctor Bruce Hank, lo asistí en su ingreso—se aproximó unos pasos— usted presenta una herida en su pierna derecha ocasionada por un tubo cilíndrico de metal que, afortunadamente, no comprometió ninguna arteria por lo que logramos retirarlo sin complicaciones, solo le quedará una cicatriz y probablemente por un tiempo padezca dolor crónico dado que algunos nervios fueron afectados, algo común en estos casos. Lo demás está muy bien, son sólo golpes secundarios. Le aconsejo— largó un suspiro—que no esté muy cerca de lugares con decibeles altos porque casi sufre una ruptura de tímpano por la explosión.
—Gracias doctor—digo con una leve sonrisa—me ayudó mucho y le voy a estar eternamente agradecido. ¿El dolor de cabeza es normal?
—Según la tomografía presenta una leve contusión, con analgésicos y reposo debería estar mejor en un par de días. Si prosiguen los dolores deberíamos hacer estudios más profundos. La cabeza es un órgano muy sensible a los cambios, cuando es aquejado por algún dolor es muy difícil encontrar el causante principal. En su caso puede haber sido desde el golpe contra el asfalto hasta algún medicamento que le inyectamos en el suero. Entonces solo resta—dice guardando su lapicera en el bolsillo—esperar cómo evoluciona el cuadro.
Lo que sí, deberá quedarse unas cuarenta y ocho horas para ver si no presenta infección en la herida.
—Lo que usted crea conveniente doctor, le estoy muy agradecido—le estrecho la mano—
—Es mi trabajo—dice esbozando una sonrisa—si necesita llame a la enfermera y pídale que se comunique conmigo—me devolvió el saludo y se retiró—
En la soledad de la habitación los pensamientos me invaden, uno tras otro. Salvé a una mujer que no conocía, salvé a alguien que por estar concentrada en una pantalla casi pierde su vida. Frykt me atormenta con la sombría idea de que tendría que haberla visto morir y que su sangre bañe mi rostro. Intento reírme de esa locura pero mi alma quedó atrapada. ¿Por qué salvar a una mujer si mi gran deseo es matar? No creo saber la respuesta. Hoy se deben cumplir dos décadas que batallo contra Frykt. Este deseo nació y se propagó dentro de mí como lo hace la mala hierba, y comenzaron a invadirme pensamientos oscuros de ver gente morir, asesinada por mis propias manos. El gran problema es que deseaba acabar con la gente que amo. Y fue día a día atormentándome, cada situación era una puñalada. Se dice que si no puedes contra tu enemigo, únetele. Y esa fue una solución frágil, pude controlar al monstruo pero como un amigo fiel siempre estaba a mi lado. Intenté cosas que son difíciles de explicar, me estaba volviendo loco. Soñé con la muerte más de un millón de veces. Uno de los sueños más tormentosos fue verme en una casa de paredes negras, con una escalera que conducía a la nada misma. Dos puertas, una a la izquierda y otra a la derecha. De la nada se hacía presente una figura blanca con forma humanoide y en su rostro solo tenía una sonrisa que pondría nervioso a cualquiera, usaba traje negro y zapatos blancos que me indicaba con señas que debía elegir entre abrir una de las dos puertas o subir.
No podía decidir qué hacer, si subía caía al vacío y en mi desesperación opté por abrir la puerta de la izquierda. Allí estaban mis padres, amordazados. Corrí hacia la otra puerta y estaban mi esposa y mi hija en la misma situación. El hombre me indicó que para salvar a una de las dos opciones, debía matar a los otros. De lo contrario él asesinaría a todos y me haría verlo. En un arranque de locura lo atacaba y me despertaba en una habitación bañado en sangre y con todos mis seres queridos ya muertos, entre lágrimas lograba despertarme.
—¡¡¡Ethan!!!! —Ingresó Jess desesperada a mi encuentro—¿estás demente? —siempre me recrimina pero es su forma de amarme—
—Sabes que me encanta salvar gente y golpearme con el asfalto—digo mientras le acaricio la mano—No te preocupes, el destino va a tener que hacer un mejor trabajo si me quiere llevar al inframundo.
—No digas eso—sus ojos se humedecieron—eres lo más importante que tenemos, eres un gran padre y esposo, no queremos que te transformes en un recuerdo. Prométeme que vas a quedarte mucho más tiempo con nosotros, hasta que seamos ancianos y no nos soportemos.
—Te lo prometo—nuestras sonrisas se encontraron, el amor nunca se fue—
—Yo quiero que busques ayuda, —me tomó la mano—
—¿Ayuda? —estoy atónito—
—Si, ayuda psicológica, tal vez el doctor te puede aconsejar mejor. Pero en mi opinión debes dar ese paso—se encogió de hombros—
—Sabes que no creo en los psicólogos, son personas que te quieren ayudar a ser aceptado por el sistema, no creo que la necesite.
—¿Cómo qué no? —levantó un poco el tono de voz—Hace tiempo que estas alejándote de las cosas que adoras, estas recluido en tu burbuja. Ni hablar en lo sexual, no estamos conectados. Y puedo agregar que estas obsesionado con Oscuro.
No sé qué contestar, realmente está diciendo grandes verdades… Aunque no desee ir a terapia, debo hacerlo. Otro camino no puedo circular si no deseo perder a mi familia. Ellas son todo para mí. Son el oasis en mi desierto.
—Sí, puede ser—esbozo una leve sonrisa—soy una persona complicada con una gran montaña sobre los hombros por las decisiones incorrectas que tomé. Siento que si hablo…. —el suspiro fue largo—el mundo se me puede desmoronar.
—Lo sé, pero sé que podes, que por nosotras lo harás—me dio un beso en la frente—mejor me voy a buscar un café y te dejo descansar.