Traición y muerte

De vuelta a la clínica de los Arcanos del Norte me encontré con Taiana en los pasillos caminando lentamente luego de las heridas. No desea dialogar conmigo, me vio golpeado y se molestó.  Adolf y los demás  han sido trasladados a otras instalaciones ya que temen alguna represalia por traernos la bomba con nosotros. Daina me confesó que se demoró en encontrarse conmigo porque fue a salvar a Gabriel que estaba en un tiroteo con los custodios del artefacto. Entre suspiros logró decirme que casi mueren. La suerte estuvo de su lado. Gabriel por otra parte, me relató que fue una misión suicida y hemos perdido varios buenos amigos. Hubo gritos, enojos y discusiones entre todos, sabíamos de lo difícil de encontrar la Bomba “I” pero jamás esperamos tropezar con tanta resistencia, ni enfrentarnos a infectados. Igualmente día a día logro comprender más que si te unes a los Arcanos es porque de cierto modo buscas tu propia muerte. En la mirada de cada integrante puedes ver tristeza, desolación y pocas esperanzas. Cada uno, de una forma u otra sabe que no volverá con vida pero a la vez no hay nadie que los espere en su hogar. Todos somos iguales, solitarios y con el impulso de salvar lo poco que se pueda del mundo.

Me sirvo un café en una pequeña cocina y le ofrezco uno a Daina mientras conversamos:

-Espero alguna vez conocer tu verdadero nombre- le entrego la taza-
-¿Porque deberías saberlo?- sonríe-
– El por qué lo sabrás a su momento- le guiño el ojo-
-Lo que no entiendo- carraspea- es porqué tu no cambiaste el tuyo.
-Porque así lo decidí, si muero quiero que sea con mi nombre, además ¿qué pueden hacerme? Mi hija pertenece a Los Arcanos, no pueden amenazarme con nada. Además, necesito de alguna forma, no sentirme incluido a este grupo.

Pude observar en su mirada perdida la falta de entendimiento.

-Noto que en este grupo no hay identidad en las personas. Cada uno con nombres en código, creo que de esa manera se pierde su esencia. Siento- digo luego de un sorbo- que no puedo perder lo único que me queda de mi pasado.
-Comprendo, pero no todos quieren su pasado. No lo necesitan, me incluyo en ese selecto grupo. En su gran mayoría escapan de lo que los atormenta. Por eso, aunque aún eres nuevo, pudiste observar que somos unidos. Cada uno comprende a su compañero sin indagar en su vida pasada.
-Sí, es cierto, nunca me indicaron que no preguntara pero siempre fui de perfil bajo, no me interesa el pasado sino el presente.
-Muchas gracias por el café, espero que nuestra cita se concrete- me da un beso en la frente y se retira-

La culpa que antes me carcomía ya no existe. Tengo que intentar, aunque fracase, volver a empezar con mi vida nuevamente. Ella es una excelente candidata, bella, joven y de una personalidad atrapante. Gabriel se acerca, se sirve un café y me dice:

-Estamos en problemas, Bill desapareció. Creemos que el fantasma y sus hombres lo secuestraron- me mira- sé que te dijimos que habíamos acabado con ese certero asesino pero no fue así, nos equivocamos. Bill pudo, a través de unas fotos, darse cuenta de mi grave error. No acabé con un inocente, sino con el hombre equivocado. Pero ese no es nuestro único problema, el artefacto posee un GPS. Nuestros técnicos así lo indican.

-Era de suponer, no nos iban a entregar la bomba sin que le demos algo a cambio. Buscan exterminarnos, de alguna forma somos sus enemigos más fuertes y estamos deteniendo sus negocios. En la última batalla hemos acabado con varios de sus hombres. Sé que McCartney va a conseguir más mercenarios en un abrir y cerrar los ojos. Pero aún tengo una pequeña duda.
-¿Cuál Thomas?- dice terminado su café-
-Los infectados, ¿de dónde los obtuvieron?
-Según logré averiguar, los encerraron en un lugar próximo a la iglesia y con un aerosol los contagiaron. Luego esperaron que llegáramos nosotros para que nos atacaran. Fue estratégicamente preparado, con tiempo y suma sutileza. Para mal siempre están más preparados que nosotros.
-El narcisismo que identifica a cada integrante del Círculo se les volverá en su contra. Solo resta esperar nuestro momento para descubrir sus puntos débiles y atacar con todas nuestras fuerzas.

Mientras nuestro diálogo continua logro observar que los guardias en grupos de a cuatro hombres se dirigen a toda velocidad hacia la puerta de ingreso. No logro concentrarme en lo que Gabriel me narra, sé que pronto se vendrá lo peor, un ataque del que dudo salgamos todos con vida. Taiana se encuentra en peligro y no sé si esta vez lograré salvarla, la única salida es por donde los guardias están esperando la arremetida. En la misión anterior varios compañeros Arcanos han muerto por proyectiles en una batalla sin sentido. Batallar por dinero o poder no es algo que logre entender con mis años de vida. Se desde que ingresé a la academia de policía, y luego de avanzar en mi vida detectivesca, que el primer móvil de un asesinato es el maldito dinero. Desde su creación, desde la antigüedad, el poder y el dinero acabaron con más vida que cualquier enfermedad. Ha generado guerras, matanzas de tribus, de hijos, de padres, de madres…

El Círculo, por su parte, no se detendrá hasta conquistar el mundo. Ellos unidos y sin medir los costos van a acabar con todo lo que conocemos. Nadie se animó a tanto, quedarse con el poder de un mundo destruido por una enfermedad que transforma a las personas en seres despiadados. Como pensé hace tiempo, no somos nosotros los que debíamos detenerlos, pero no hay otros. Deberíamos buscar aliados, otros grupos que nos permitan tejer una telaraña para atrapar a estos insectos. En una reunión planteé esa idea pero no surtió el efecto deseado, el miedo al cambio y a la traición intranquiliza a los Jefes Supremos. Nunca logré conocer a ninguno de los cuatro supremos, pero supongo que ellos también se ven atraídos por el poder que obtendrían al acabar con El Círculo. Es un lineamiento vicioso de nunca acabar, pero en el momento que termine con Cicatriz y McCartney, mi misión, lo que me motiva día a día a batallar se finalizará. Daré media vuelta y dejaré que los poderosos se asesinen entre ellos.

-Debemos prepararnos- digo colocándome de pie- proteger a los más débiles.
-Quería evitarlo, estoy agotado- dice tapándose la cara con sus manos- sé que la primera impresión que tuviste de mi fue de un batallador extremo pero no es así-se queda un momento en silencio y luego suspira y dice- Pero como sabes, no tengo nada que perder.
-Todos tenemos algo que perder, en tu caso a Mary Ann, la mujer de la cual estás enamorado hace tiempo.
-¿Cómo lo sabes?
-Se muchas cosas, en otro momento te diré cómo obtuve esa información- se escucharon disparos- ahora corre y salva a Taiana, yo ocuparé tu lugar.
-Pero Thomas…
-Nada de peros, ¡hazme caso!- Exclamo firmemente-

Se retira con cierto enojo, cargo el arma y me dirijo a los disturbios. Puedo sentir el repiqueteo de una lata en la escalera y grito:

-¡¡¡Cuidado!!! Es una granada- la explosión me arroja unos metros y golpeo contra una caja de metal.

Los guardias en su mayoría han muerto y los que no lo hicieron se encuentran mal heridos. Siempre fui salvado por el destino o por mis amigos. Aquí entre la vida y la muerte me separan unas escaleras. Maldigo la estupidez de la estrategia de detener al enemigo cediendo nuestra derrota a una granada. Pero no es momento de analizar eso, sino en pensar como detenerlos. Suponiendo que son más de cinco hombres y con mi arma, será imposible ganar. De un guardia en las cercanías tomo una metralleta automática, dos granadas de fragmentación y una de humo. Le retiro el seguro a la última y la arrojo a las escaleras mientras corro a la armería que está a no más de diez metros de donde me encuentro. No hay ningún dolor o silbido en el oído que me detenga. Ingreso, busco desesperadamente una máscara de gas y unos lentes de visión calórica. Me posiciono y mientras el gas comienza a invadir el lugar, decido correr a otro guardia, me lanzo hacia su cuerpo, agarro otra granada de humo y la lanzo. Vuelvo a mi lugar y espero. Apenas siento unos pasos, disparo a las luces dejando a oscuras el campo de batalla.
Nadie desciende, no pierdo la calma, deben estar ideando un plan de ingreso. ¿Cuántos serán? No lo sé, ¿Estoy preparando para morir? Si, solo si Taiana se salva. No quise dejar en manos de Gabriel su vida, pero aquí tarde o temprano me enfrentaría a estos hombres y es mejor acabar con ellos lo antes posible. Seguramente después vendrá otra batalla y luego otra, será de nunca jamás acabar.

Los segundos fueron horas, una gota recorre mi frente, la máscara no me deja respirar. Pero el humo es muy denso como para retirármela. Doy media vuelta y logro ver como el personal no armado corre a resguardarse. Por ahora seré yo contra los que deseen venir. Unos pasos veloces descienden, apunto al gas dejando que los lentes me marquen el destino. Poseo varios cargadores, será cuestión de ser lo más certero posible. Dos figuras aparecen, están desarmados o eso logro deducir pero se aproximan a una gran velocidad, con una decisión extraña, parecida a los japoneses en la segunda guerra mundial. Disparo, caen muertos. Ahora son cinco, terminando de la misma manera. Y así varias veces, fueron casi treinta fallecidos o fallecidas, nunca lo sabré. Mi arma humeante indica su fatiga ante tanta balacera, la cargo, me coloco un cigarrillo en la oreja derecha prometiéndome que lo fumaré cuando acabe ésta tragedia. El humo se dispersa, me retiro los lentes. Libero un suspiro sentándome en el piso. Todo había acabado, pero algo no cuadra. ¿Si estaban decididos a morir porque lanzar una granada? Me acerco lentamente a un cuerpo y es de un infectado. Gabriel me sonríe y dice:

– Todo ha terminado-
-¡¡¡No!!!- grito, una explosión detrás de mí me lanza y golpeo contra un vidrio-

Mi cara cortada, sangrando y el pitido en mis oídos hace que por segundos pierda el sentido de lo que sucede.

-Thomas- me zarandea Taiana- ¡despierta que vienen en demasía!
-Es…- todo me duele- escóndete…
-Está bien- carga su arma y me ayuda a levantarme- prometo cuidarme
-Busca a Daina, necesito de su ayuda- comienzo a caminar hacia el pasillo-
-Todos te ayudaremos, no estás solo- sale a escondidas-

Estoy aturdido, no solo por la explosión sino por todo lo que sucede a mi alrededor. Gente gritando, chispas de los cables eléctricos, sangre, muerte y yo detenido en el medio de todo. Me coloco la tira del arma en el hombro derecho para disparar con mi mano izquierda, la otra está dolorida y ensangrentada. No poseo los lentes calóricos ni de visión nocturna asique, del suelo levanto barras de neón, las parto y cuando se iluminan las tiro en medio del pasillo. Si alguien viera el panorama, sería perfecta para una película de acción, el héroe que se enfrenta a un ejército fuertemente armado, mal herido y sin amigos. Cargo el arma, un hombre dispara, el mismo rebota en el piso, mi disparo fue más certero, muere y espero a los próximos.

-No estás sólo- dice Gabriel a mi lado-
-Gracias, ahora siento que no moriré en soledad-
-Eso jamás sucederá, de aquí saldremos vivos los dos- sonríe

Bajan tres hombres a gran velocidad y logran ocultarse, el intercambio de disparos parece eterno, Gabriel se queda sin proyectiles. Me mira asustado, él no está preparado para morir. Me coloco de pie, yo sí lo estoy, camino hacia ellos. Solo quedan dos, uno se asoma para matarme, y yo me adelanto. El tercero arroja el arma y se rinde. Lo asesino igualmente, no hay tiempo ni es momento para verificar si tiene algún plan B. Me oculto detrás de una caja, a dos metros de las escaleras. Siento voces pero no escucho que dicen ni cuántos son, cargo el último cargador. Comienzo a ascender, en las afueras todo esta desierto, hay cuatros hombres preparándose para ingresar. Acabo con dos, los otros logran zafarse. Corro y me escondo detrás de una roca. Varios disparos rebotan en ella, cuento hasta tres, me levanto y repelo los mismos.
Ellos llevan todas las de ganar, doble de fuerzas, de entrenamiento, de proyectiles y sobre todo, están sanos. Me levanto, disparo pero no soy certero. Observo mi cargador, no quedan más de diez balas por lo que debo reducir al mínimo mi margen de error. Logro ver a Gabriel saliendo del laboratorio que me señala con el dedo que haga silencio y distraiga a los hombres. Sonrío, me siento protegido. Vuelvo a levantarme, disparo y cuando salen a asesinarme Gabriel acaba con ellos. Al fin, todo ha acabado por ahora. Golpeamos los puños en señal de victoria.

Caminamos alrededor de los cuerpos, retirándoles las armas. En los automóviles con los que llegaron no había nada extraño. Es momento de volver a la clínica y cerrar el único ingreso. Una explosión nos arroja lejos el uno del otro, tres automóviles se colocan en hilera.
-¿Te… encuentras bien?- Exclamo con dolor-
-Si- responde confundido-

Son varios hombres de traje negro, lentes oscuros y armados. Nos apuntan pidiéndonos que arrojemos nuestras armas. No nos queda otra opción que hacerles caso, del automóvil del medio desciende un hombre que me resulta familiar.

-¡Tu deberías estar muerto!- exclama Gabriel con enojó- yo te vi morir Zeus
-Se puede fingir la muerte, así… ¡Oh, me… muero!- se arroja al piso y se queda inmóvil, se levanta y dice- así de fácil es, espero que mi explicación haya valido la pena porque este traje es costoso.
-Pero…
-Ya lo sé- sonríe- no entiendes como hice para fingir, te sorprende que yo sea una de las tantas fugas de los Arcanos, porque lo hice… Bla bla bla… Son tan inocentes ustedes, no ven la verdad aunque los abofetee duramente. Cicatriz ofrece mejores trabajos, seguro social y sobre todo, dinero. Y amo esos papeles más que la búsqueda de salvar el mundo. Este lugar inmundo, lleno de seres despreciables.

-¡¡¡Como tú!!!- Exclamo enojado-
-Si querido Thomas, como yo. Pero nosotros, sobreviviremos a la debacle mundial. Ustedes no, sus cuerpos se pudrirán en este inhóspito desierto.
-Eso lo veremos- dice Gabriel y recibe un golpe-
-Esa esperanza que posees querido amigo me genera… ¿Cómo ese llama?- le toca le hombro a un hombre, que ni lo mira- sentimientos, esa es la respuesta. Casi me haces querer darte un beso. Me olvidé de decirte que soy gay y tu rechazo… Lo recuerdas ¿no? Me destrozó al borde del suicidio. Eres un desgraciado, un ser que no analizó que sucedería al dejarme.
-Sabes que no fue así- inquirió Gabriel- te obsesionaste conmigo, y desde un comienzo sabías que amo a una mujer.  Desde siempre lo supiste… Pero no, insistías…
-¡Eres un desgraciado!- carga su arma y se la coloca en la frente- mereces morir.
-¡¡¡No lo hagas!!!- Exclamo con un grito-
-El destino lo escribo él- dispara y Gabriel cae muerto-

Una lágrima y mil imágenes se cruzaron por mi mente mientras su cuerpo caía. Quería arrancarle los ojos con mis manos al maldito Zeus y verlo sufrir.

-Ahora es tu turno- dice sonriendo-

Antes que se acercara, unos disparos provenientes detrás de mí, hicieron que los custodios se alejaran para batallar, yo corrí para voltear a Zeus y caímos los dos. El arma quedó lejos de su alcance, mis puños endemoniados no dejan de golpearlo, su rostro hinchando y lleno de sangre pide que me detenga. No lo haré, mis dedos empujan sus ojos. Los gritos desoladores no producen en mí ni el más mínimo remordimiento. Nadie acaba con un amigo de una manera tan cobarde. Me levanto, tomo una piedra y comienzo a golpearlo en la cabeza, solo me detengo cuándo de su cráneo se desprende su materia gris. Su vida había finalizado pero mi duelo recién comienza. Los custodios habían fallecido, acabados por Daina y Miguel que retornó de su viaje. Bañado en sangre de mi enemigo me dirijo al cuerpo de Gabriel, lo levanto e ingreso a la clínica, sin mediar palabras. No había que decir, nada lo devolvería a la vida. Camino por los pasillos, todos están con la cabeza baja, de duelo. Gabriel era muy querido dentro de la organización, y no era para menos, estuvo desde el comienzo y ayudó a la gran mayoría que ahora van a despedir sus restos. Dejo recostado el cuerpo sobre una camilla y me dirijo a tomar un vaso del licor más fuerte que encuentre.

Mientras estoy sentando y jugando con mi dedo índice en el borde del vaso, entra una mujer de rizos colorados entre lágrimas a prepararse un café detrás de mí.

-¿Sabes que te amaba no?
-Nunca me lo confesó, ¿porque nunca lo hizo?
-Por tu propio bien- respondo luego del último sorbo – si lo suyo se concretaba, tu vida correría riesgo. Lo acaban de asesinar por no querer tener una relación con Zeus, porqué te amo siempre a ti. Nunca me lo dijo, pero se notaba en su mirada. Hasta conmigo que era su amigo, te cuidó. Solo te ruego que seas feliz, él lo hubiera querido.
-Lo seré- se retira entre lágrimas.

Tomo una hoja de papel y escribo:

«Hoy nos abandonó el mejor de todos, un Arcano que dejó su vida por lo que creía. Batalló con uñas y dientes contra un mal que crece a pasos agigantados. No debemos detenernos, batallar, asesinar y morir por un ideal. Un mundo mejor para nuestros nietos. No lo realicen por los supremos, para ellos somos solo peones, hombres, mujeres, es ahora o nunca. Por la memoria de Gabriel y por los que dejaron sangre por este sendero»

La leeré cuando sea la cremación de mi amigo, me seco una lágrima al ingreso de Daina.

-Sabes que vendrán más mercenarios a buscar el artefacto- dice mientras me acaricia la espalda-
-Aquí los esperaré, acabaré con ellos uno a uno. No perdonaré a nadie. Matar o morir, mi sangre o su sangre. Que el destino lo decida.

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